Crónicas desde este hermoso rinconcito del mundo
- Categoría: La columna de María José
- Ubicación: Aguas Dulces
Por María José González
Con este vicio que me ha dado de andar con la cámara de fotos como una extensión del brazo, he podido “agarrar” amaneceres, olas, lunas, flores, pájaros, momentos… y me ha pasado muchísimas veces que cuando salgo sin ella, me cruzo con obras de arte únicas, que lo primero que se me viene a la cabeza es: ¡qué foto!! Entonces me doy cuenta de que dejé pasar una oportunidad irrepetible...
La semana pasada, por ejemplo, regresaba a mi casa desde el pueblo en una hermosa mañana de sol a pleno y “agarré” el camino viejo -¡Me encanta! Es un camino vecinal, de valastro, en el que no se puede ir a más de treinta kilómetros por hora- y de frente, “bajando” el repechíto, venían dos niños, con túnica y mochila, conversando quién sabe de qué, sin ningún apuro…
Ella con un ramito de margaritas de campo, arrancadas a mano cerrada, bastante desordenadas (sin duda para la maestra) y él caminando del lado de la calle, como los caballeros, pantalones largos y manos en los bolsillos, ¡sacando pecho! -¡No lo puedo creer!! ¡Qué foto me perdí!-.
Pero como a todo juego hay revancha, en otras muchas oportunidades sí tengo la máquina de fotos a mi lado, y en este caso que les voy a contar, en el asiento del acompañante, con el cierre abierto por las dudas…
Los vi venir como a los niños del camino viejo: despacito, despacito, y lo primero que me vino a la cabeza fue: ¡Ésta no la dejo pasar! Entonces frené y de lejos les hice seña pidiéndoles permiso para sacarles una foto, y ellos, también por seña, me dijeron que no a las caras. Con el pulgar para arriba cerramos el trato y los dejé pasar. Ella me sonrió, él no tanto, iban en su mundo, irradiando paz y felicidad, en su carro casa, a tracción a sangre… El carro venía enganchado por tres caballos y un cuarto venía atado a un costado, como de recambio.
Viéndolos alejarse, me los imaginé como una de las pocas familias que viven en un mundo paralelo, con una filosofía totalmente opuesta a la de este siglo veintiuno, donde el consumismo, la rutina y los esquemas mentales nos han adormecido a tal punto que nos estamos olvidado de agradecer el inmenso placer de vivir en este hermoso rinconcito del mundo.
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